Siempre he dicho que #ArderEnlaMemoria, como el resto de mis novelas, es ficción y que los personajes no son reales. Sin embargo, en esta, como en todas las historias que escribo, hay referencias a personas y recuerdos que sí han formado parte de mi vida. En el caso de «Arder en la memoria», la tía Juana, en realidad, es la tía Bea y sus famosas magdalenas son reales y muy ricas. Su sabor y su olor siempre formarán parte de mi memoria, de los recuerdos asociados a mi niñez y a esos largos veranos en Infantes.
En homenaje a ella, que nos ha dejado hoy, recuerdo un pasaje de mi novela. Allá donde esté seguirá derrochando simpatía y cariño. Y aquí, se quedará conmigo, viviendo en los recuerdos de mi infancia y mi juventud y en las páginas de mi novela.
«La casa del tío Felipe estaba igual que la recordaba. Casi le parecía percibir el olor de las rosquillas y las magdalenas saliendo del horno, como cuando era pequeña e iban a visitarles. Pero ahora no había nada horneándose. Ahora su tía Juana se movía con dificultad, las manos y las piernas deformadas por la artritis. Se alegraron mucho de verla. Se sentaron los dos en el sofá, que a Beatriz le pareció nuevo, distinto al que recordaba y, sin apagar la tele, en la que varias personas se gritaban, sin que pudiese entenderse de qué hablaban, empezaron a hacerle preguntas.
A su familia le sorprendía bastante que hubiese decidido hacer el doctorado. No entendían muy bien qué era ni para qué servía. Una carrera vale, pero ya más…
Beatriz decidió armarse de paciencia y volver a repetir lo que tantas veces había dicho antes. A su propia madre que, a pesar de confiar en su sensatez, tenía dudas de la necesidad de perder más tiempo para nada. A su hermano, al que le resultaba mucho más fácil que a ella estudiar, pero, que a pesar de eso, no había conseguido acabar ninguna de las carreras que había comenzado. Y, una vez más, a sus tíos ahora.
Estaba explicándoles qué era exactamente la tesis (del modo más simple que se le ocurrió) cuando oyeron unas llaves en la puerta de entrada.
- Es Cristina.- Anunció su tío Felipe, con una sonrisa.
- Pero, ¿está aquí? –
- Anda, claro. La trasladaron el año pasado. Para la feria, ya estaba.- Respondió su tío.
Cristina era la hija de Felipe y Juana. La hija pequeña, porque tenía otros dos hermanos, más o menos de la edad de Jesús, el hermano de Beatriz, que estaban casados y vivían también en el pueblo, con sus respectivas familias. Pero Cristina era la pequeña. La más pequeña de sus hermanos. La más pequeña de los primos. “Tendrá cerca de treinta ya”, pensó Beatriz. Siempre la había visto como una niña y es que entonces lo era. La última vez que coincidieron, antes del entierro del padre de Beatriz, debía tener unos diez o doce años. Y en el entierro prácticamente no se fijó en ella. Había tanta gente… Lo último que sabía de Cristina era que trabajaba en otro pueblo, cerca de allí, pero no en Infantes. Finalmente, llegó al cuarto. Por algún motivo, Beatriz esperaba ver a la niña delgada, de rasgos demasiado grandes, siempre sonriente, que había sido su prima y se sorprendió al ver entrar a una mujer de estatura media (aunque algo más alta que ella), de cuerpo pleno, que Beatriz se atrevería a calificar de exuberante, pelo castaño oscuro con mechas rojizas y rostro alegre en el que sobresalían sus ojos, muy grandes, de pestañas espesas. “¡Guau!, ¡qué guapa está Cristina!”. Y decidió decírselo.
- ¡Cristina!, ¡qué sorpresa! Estás guapísima.-
- Pero no exageres, que unos kilitos sí que me tendría que quitar.- Le dio un beso y ella, acostumbrada a los dos que constituían su saludo habitual, se quedó esperando otro, que no llegó.
- La verdad es que está claro que has salido a la rama de mi padre y el tuyo. Y eso sin desmerecer, tía.- Dijo a su tía Juana.- Pero es que, mírala, si parece que estoy viendo a mi hermano. Esa mata de pelo y esos ojos.-
- Tu hermano sí que era guapo, sí. ¿Cómo sigue? – Preguntó Cristina.
- Como siempre. Tan atractivo y tan simpático. Y soltero. Yo creo que ese no se casa ya.-
- Como esta.- Dijo su tía.- Que no hay manera. Mírala, casi treinta que tiene y mocica.-
- Mamá.- La regañó Cristina.- Yo creo que es cosa de familia. Siempre tiene que haber algún soltero. En tu familia, tu hermano, en la de la tía Milagros, el primo Fran y aquí yo. Es cosa de familia, ya te digo.-
- A lo mejor llevas razón. Lo que está clara es que los dos tenéis la misma herencia genética. Si parece que los hermanos sois vosotros y no yo. No tengo nada que ver con Jesús. Y para colmo, lo que he sacado de mi padre es su nariz.- Se quejó Beatriz.
- Tú sales a tu madre.- Sentenció su tío Felipe.
- Sí, tengo lo mejor de cada casa.- Insistió Beatriz.
- Tu hermano sí que era guapo.- Volvió a decir Cristina.- Cuando yo era pequeña me quería casar con él y siempre le preguntaba a mi madre por qué los primos no podían casarse. Hasta que me dijo lo de la dispensa papal y entonces ya, fui feliz. Con la dispensa papal podría casarme con tu hermano. Solo era cuestión de esperar.- Y todos sonrieron.
- ¿Y qué haces aquí? Yo creía que trabajabas en otro pueblo.- Preguntó Beatriz.
- Sí, trabajaba en Montiel. Pero el año pasado, por fin, me dieron el traslado aquí. Y ya me ves.-
- ¿Y en qué trabajas exactamente? –
- En el ayuntamiento. En el área de cultura. Yo hice Trabajo Social, eso lo sabes ¿no? –
- No estaba muy segura. Empezaste Derecho en Ciudad Real, ¿verdad? – Preguntó Beatriz.
- Sí, pero no me gustaba. Y me cambié.-
- ¿Y estás contenta? –
- Estoy encantada. Aquí, en casita.- Y achuchó a su madre, que hizo un gesto de separarse, en broma.- Y el trabajo me gusta. Por ejemplo, ahora vengo de preparar una charla, un conferencia que vamos a tener en dos días.-
- ¿Una conferencia?, ¿sobre qué? – Preguntó Beatriz.
- Pues ahora que lo pienso, seguro que a ti te interesa, porque tú lo que has estudiado es Historia, ¿verdad? –
- Sí y estoy haciendo el doctorado.- Apostilló Beatriz.
- Bueno, pues es sobre una cosa muy curiosa. Al menos para mí, quizá tú lo hayas oído ya: geometría sagrada. Va del significado de los adornos y de las esculturas religiosas y de sus relaciones matemáticas y eso. Bueno, yo no lo sé explicar bien, pero es muy interesante.-
- ¿Y quién la da? – Preguntó Beatriz.
- Pues mira, al principio iba a venir un experto, de Madrid, que ha escrito un libro sobre el tema. Pero no puede y la va a dar un profesor que tenemos aquí. El profesor de Historia del Arte del Instituto, que es amigo del hombre este y que también sabe mucho del tema. Es un encanto. Te va a gustar. Seguro que tenéis un montón de cosas en común. A lo mejor incluso te puede echar una mano con lo del doctorado.- Dijo Cristina.
- ¿Cómo se llama? – Preguntó Beatriz.
- Javier Gelabert. Es majísimo. Es de Valencia, pero sacó la oposición, se vino aquí y está encantado. Le fascina el pueblo.- Explicó Cristina.
- ¡Ah!, ¿Javi? – Intervino la tía Juana.- Sí, un muchacho bien majo. Y guapo.-
- Mamá, no exageres.- Terció Cristina.
- Sí, hija, sí, a mí me lo parece. Son muy amigos.- Continuó la mujer, dándole un leve golpe con el codo a Beatriz y señalando a Cristina.- Un buen chaval. Ya podías emparejarte con él, que se te va a pasar el arroz.- Le dijo a su hija.
- ¡Mamá! –Se quejó Cristina.- Está obsesionada.- Dijo, dirigiéndose a su prima Beatriz.- Si ya tienes nietos de mis hermanos, ¿qué más quieres? Yo me quedo aquí, con vosotros, y os cuido. ¿No te gustaría? Me quedo para vestir santos y ya está.-
- Anda, tonta.- Dijo su madre.- Si lo digo por ti. Que no sé por qué dejaste a Juan Carlos, que era un buen chaval.-
- Sí, ya lo sé, era muy buen chaval y tenía su negocio y todo. Pero ya lo ves, lo dejamos y ya está. No funcionaba.- Esto último se lo dijo a Beatriz.- Y menos mal que me trasladaron, porque vivía en Montiel y no sé quién era más pesado, si mi madre o él.-
Beatriz pensó que había muchas cosas que no conocía de su familia más cercana. De pronto tuvo una idea:
- ¿Y cuándo dices que es la conferencia? –
- En dos días, ¿por? –
- Es que le voy a decir a una amiga que venga.-
Había pensado en Leyre. Le vendría bien entretenerse y conocer gente nueva en el pueblo. Y su prima le había parecido una chica realmente simpática.