Hace algunos meses comenté aquí “Una suerte pequeña”, la última novela de Claudia Piñeiro. Y, como me pasó con Pierre Lemaitre (a quien dedicaré, de nuevo, mi próxima reseña) empecé al revés: me leí las novelas sin orden. En el caso de Piñeiro no importa, las tres me parecen muy buenas novelas. Quizá si hubiera seguido la cronología con la que fueron escritas habría podido apreciar el cambio, la evolución, desde la pura novela negra (policiales, como dicen en Argentina y en estos libros) a la novela psicológica. Quizá. Pero no lo hice.
En ese sentido, “Las viudas de los jueves” y “Betibú” tienen muchos puntos en común, por eso las comento conjuntamente. La primera de ellas fue premio Clarín de novela 2005. Ambas suceden en un country, una urbanización cerrada (atrincherada diría yo) de las afueras de Buenos Aires; ambas nos relatan las diferencias sociales entre la vida dentro de la urbanización y la “real life”, como dicen los propios protagonistas, y ambas comienzan con muertes. Con muertes en un lugar en el que, en teoría, no puede pasar nada. Una suerte de edén, en otra dimensión, fuera de las normas del país, de los peligros del país, de la realidad del país. Y en ese edén, en ese mundo paralelo, aparecen – desde el principio de la novela, de las dos novelas – personas, residentes en el country, que mueren en extrañas circunstancias. ¿Asesinato?, ¿accidente?, ¿suicidio? Cualquiera de esas alternativas parecería imposible en un lugar como ese y sin embargo…
El resto de la novela (de las novelas) se dedica a desentrañar el misterio. Con las pistas justas, que van cayendo poco a poco, como regalos para los protagonistas de “Betibú”, la escritora Nurit Iscar, el veterano Jaime Brena y “el chico de policiales”, del que no sabemos el nombre. Con flash back” que nos muestran el lento deterioro de las vidas de los vecinos de la urbanización en “Las viudas de los jueves”, a través de la mirada de Virginia y de distintos habitantes que nos van dando su visión de lo que sucede.
Y esas pistas, medidas, justas, en su momento, desembocan en dos finales dramáticos, tremendamente reales y dolorosos, como lo son también los hechos que los van envolviendo y que podrían pasar en cualquier sitio, en cualquier país… incluso en un country bonaerense.
Una radiografía de la sociedad actual argentina, que va más allá de la realidad de ese país y podría aplicarse al nuestro. Del despilfarro de la abundancia a la caída y las estrecheces a las que los nuevos ricos no quieren adaptarse (Las viudas de los jueves); del periodismo tradicional a las nuevas tecnologías que desplazan a aquellos que no saben o no quieren adaptarse (Betibú). Y el trasfondo de las diferencias de clase como un espejo en el que nadie quiere verse.
Y por último, enlazando con “Una suerte pequeña”, el personaje femenino, ya maduro, a través del que vemos la historia, el que nos trasmite esas emociones en las que nos identificamos. Porque cualquiera de nosotros podría ser Nurit, o Virginia, o Marilé.