#relato La mirada de otros

Le pareció que el reflejo era cada vez menos nítido, pero no le dio importancia. Acostumbrada como estaba a perder los contornos de las figuras cuando se quitaba las gafas, esa falta de calidad en la imagen que le devolvía el espejo no le preocupó. Tampoco cuando, horas después, se hizo aquel selfie tan gracioso con su amiga Carlota. “Vaya, parece que la cámara del móvil está un poco sucia, como si no hubiese enfocado bien”, pensó. Y siguió con sus tareas sin relacionar ambas situaciones.

El día fue pasando, como tantos otros, saltando de un tema al siguiente, con las llamadas, los correos y las reuniones interminables llenando cada hueco de la agenda. De vuelta a casa, sentada en el metro, sacó de nuevo el móvil, dispuesta a repasar las novedades de las redes sociales, que cada vez la aburrían más. Y fue entonces cuando se percató. Su imagen. Solo la suya, comenzaba a perder los contornos, se difuminaba, confundida con el fondo, ya fuera este pared, paisaje o grupo de amigos. Al principio no podía creerlo, pero le bastó pasar de una red a otra para darse cuenta de que en todas era lo mismo. Ella, sus fotos, iban perdiendo definición. Intentó aplicarles algún filtro, mejorarlas, para que volviesen a ser como antes, pero era inútil. Al principio parecía que daba resultado, pero a los pocos minutos volvía a ocurrir lo mismo. La calidad se perdía y como, si de una goma elástica se tratase, en cuanto dejaba de retocarlas, las fotografías volvían a perder nitidez.

“¿Qué pasa?, ¿qué está pasando?, ¿por qué yo?, ¿por qué solo ocurre con mis fotos?” y repasó y repasó las de sus amigos, intentando encontrar un patrón, algo que le diese una señal de lo que estaba ocurriendo. Tan absorta estaba en sus pensamientos que casi se pasa de estación. Se levantó y atravesó la puerta corriendo, poco antes de que se cerrase. Si hubiera ido con un poco más de calma, si hubiese salido como siempre, anticipándose, levantándose cuando el tren aun no se había detenido, habría tenido tiempo de comprobar que el reflejo que habría visto en los cristales del vagón también empezaba a perder los contornos. Pero no lo vio. No lo vio y, cuando llegó a su casa, tampoco lo percibió en el espejo de la entrada, al dejar las llaves en la repisa, ni en el del baño, cuando se retiró el maquillaje. Fue luego, más tarde, al sacar la ropa que se pondría al día siguiente, cuando, al probarse la camisa por encima, volvió a encontrarse con el reflejo. Con su reflejo. No podía creerlo. ¿También allí?, ¿qué estaba pasando?, ¿por qué se desdibujaban todos sus reflejos? Tocó la superficie del espejo, buscando algo, una tara que explicase lo que ocurría. No la encontró.

Empezó a sentir un desasosiego inexplicable, que subía desde el estómago y se le atravesaba en la garganta. Salió del cuarto, huyendo de su imagen, que no se reflejaba como debía. “Me estoy volviendo loca”, se dijo, “¿qué tendrá que ver el espejo con las fotos?”. Pero pasaba algo, eso estaba claro, aunque para ella era imposible saber qué. Sonó el teléfono. Le costó reconocer el sonido, perdida como estaba en sus angustias. Era su amiga Marina.

  • Oye, Marina – le dijo, cortándola, sin aguardar el primer silencio para cambiar de tema.- Me pasa algo, algo muy raro.
  • ¿Qué pasa? – Le preguntó, sin poder ocultar el tono de desagrado por la interrupción.
  • No sé cómo explicarlo.- Ahora que lo pensaba, le parecía ridículo, ¿cómo iba a contarlo? – Verás… es que… me estoy desdibujando, le dijo.
  • ¿Qué? –
  • Bueno, algo está ocurriendo y no sé qué es. Mi imagen, en las fotos, en insta, en Facebook, en Linkedin, donde quiera que mires, se está perdiendo, como si se difuminasen los contornos.
  • Pero, ¿qué dices? –
  •  Sí, ya sé que suena raro, pero es verdad. Y también pasa con los espejos. Me devuelven una imagen borrosa.
  • A ver, Carla, eso que dices es muy raro.
  • Que ya, que ya lo sé, pero es verdad, y no sé qué pasa…- La angustia empezó a adueñarse de su voz, quebrándola. -Anda, si no me crees, mira una de mis fotos en Insta, ya verás.-

Fueron solo unos segundos, pero a Carla se le hicieron eternos. Al cabo de ellos, la voz de Marina.

  • Tía, no te entiendo. Yo las veo iguales. No sé qué dices, no sé qué te pasa.-

Entonces fue cuando la angustia le oprimió el pecho.

  • ¿De verdad?, ¿las ves iguales?, ¿todas? –
  • Pues sí, creo que sí.-

“¿Qué está pasando, por Dios, ¿qué está pasando?” se preguntaba, sin encontrar explicación alguna. Se echó a llorar.

  • Carla, Carla,- gritaba su amiga al otro lado. Al no obtener respuesta, anunció . Voy para tu casa ahora mismo.

Carla dejó el móvil en la mesa y no levantó la mirada, para no tener que enfrentarse a ninguno de los espejos, que la esperaban, traicioneros. Con un miedo que le hacía temblar, se dirigió al salón, evitando los reflejos que le hablaban de alguien que no era ella, que estaba dejando de ser ella.

Sentada en el sofá, esperando la llegada de su amiga, recordó la conversación de ayer con Javi. Esa a la que ella no le había dado importancia y que ahora cobraba sentido.

  • Es que Carla, así no puedes seguir. ¿No te das cuenta? No te valoras. Solo dices cosas negativas de ti misma. Y no es verdad. No son verdad. Eres una tía estupenda, tienes un montón de cualidades, pero solo te centras en lo que sale mal, en lo que te falta, y así es que no hay manera. Es que no puedo ayudarte. Tienes que ser tú.-
  • No seas pesado Javi, que no, que no lo hago. No me voy a presentar a esa prueba. Está claro que se han confundido, o a lo mejor es que necesitan gente para rellenar. Pero mira que llamarme a mí… Si está claro que no doy el perfil.
  • Carla por Dios, ¿cómo que no das el perfil? Si es que lo clavas. Parece que han hecho la descripción del puesto para ti. Es que todo, oye, todo.
  • ¡Qué exagerado! Si además, yo no quiero cambiar, estoy bien como estoy.
  • Pero, cualquiera que te oiga… Si estás siempre despotricando de tu jefe, que no tiene ni idea, y de lo poco que cobras…
  • Ya, pero para un puesto como ese… para eso no estoy preparada. El Head Hunter ese se ha confundido y ya está. Le llamo mañana y le digo que no voy.
  • Haz lo que quieras, pero como sigas así…
  • Como siga así, ¿qué?
  • Que no puede ser, Carla, que te tienes que querer más. Y verte como te vemos los demás. Si es que tienes una imagen de ti totalmente distorsionada.

Una imagen distorsionada… ¿Por qué venía esa frase a su mente ahora? Su imagen, la de las fotos y el espejo no estaba distorsionada, simplemente estaba… ¿cómo decirlo? ¿desenfocada? Sí, quizá fuera esa la palabra. Una imagen desenfocada, en la que su singularidad iba perdiendo los contornos. El timbre de la puerta la sacó de su ensimismamiento.

  • Hola.- La saludó Marina, sin beso. Desde que comenzó la pandemia evitaban ese tipo de contacto.
  • Entra  – Le dijo. Y, sin mediar otra palabra, se colocó frente al espejo de la entrada.- ¿Tú qué ves? – Le preguntó. Marina se asomó, curiosa.

Frente a ella, la imagen de Carla. Por detrás, asomaba la propia Marina. Se fijó en el pelo de su amiga, que en el espejo parecía más oscuro, recogido pulcramente en una coleta alta. Sus cejas bien delineadas, y la expresión de sus ojos, asustados. La vio en el reflejo y la imaginó, real, unos centímetros más allá de la coleta que casi le daba en su propio rostro. Su amiga Carla. Carla asustada, perdida, sin entender por qué la imagen que ella veía, la imagen que reflejaban todas sus fotos, los espejos, los cristales, no era la que esperaba. Sin entender por qué sus rasgos, sus cualidades, iban desapareciendo lentamente, como envueltas en una bruma que absorbía su esencia. Carla sin ser como ella creía que era. Carla enfrentada a lo que otros no veían.

  • Carla, el espejo está bien. Yo te veo bien.-
  • Pe.. pero no puede ser. No es cierto. Yo no estoy igual… no lo estoy. Me estoy borrando… ¿Es que no lo ves?-
  • Sí, lo veo.-
  • ¿Entonces?
  • Lo veo todos los días. Veo cómo te borras, veo cómo te haces pequeña, cómo te limitas y cómo no te sientes capaz. Veo cómo crees que eres otra persona, diferente a la que vemos los demás, cómo dejas pasar oportunidades y cómo te valoras. Lo poco que te valoras.
  • No te entiendo.
  • Sí Carla. Tu imagen, la imagen que tienes de ti misma no es real, por eso no me extraña que te veas desdibujada, porque no eres tú. Los demás, tus amigos y los que no son tus amigos, saben que eres distinta, que puedes más de lo que crees.
  • Pero… ¿qué tiene que ver eso con el espejo, con las fotos?
  • Yo te veo bien Carla. Te veo perfecta. Como eres, Como siempre he sabido que eras. Tu imagen real es otra, no la que tú ves, hazme caso, completa la tuya con la mía, con la de Javi, con la de tus amigos y tus conocidos. Y ya verás. Ya verás como los contornos renacen y te dibujas como siempre has estado: perfectamente nítida y muy, muy presente.

Y, después de muchos meses sin atreverse, Marina se quitó la mascarilla y le dio un beso en la mejilla a Carla, mientras el espejo reflejaba sus imágenes sin perder un solo detalle.

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