Tenía pendiente la reseña de la anterior novela de Marta Robles, “A menos de cinco centímetros”, (sí, ya sé que voy muy retrasada) y voy a aprovechar para hacerla conjuntamente con la de su última publicación, “La mala suerte”.
Lo primero que tengo que decir es que la segunda me ha gustado mucho más que la primera. Ambas son novelas negras, que comparten un personaje principal, el detective Roures – y algún otro que no voy a mencionar para no desvelar la trama – y que tocan temas complejos, de gran actualidad y que nos llevan a reflexiones éticas para las que no hay respuestas unánimes. Si en “A menos de cinco centímetros”, se hablaba de la trata y nos resultaba más fácil a todos saber de qué lado estábamos, en “La mala suerte” se aborda el tema de la maternidad o paternidad y nos deja una serie de cuestiones sin resolver que nos incomodan.
Quizá sea esa otra de las características que unen a ambas novelas, las de hacernos sentir incómodos. Incómodos con nuestras certezas, con nuestros sólidos valores, que a veces no lo son tanto, con nuestra vida sin fisuras que, en ocasiones, construimos sobre equívocos, sobre principios que solo repetimos como papagayos sin ser conscientes (o peor aun, siéndolo) de que a nuestro lado, para conseguir lo que queremos, otros estiran y estiran esos valores hasta hacerlos irreconocibles. O los pisotean, directamente. Aunque esto último siempre suele ser lejos, en otros países, con otras culturas, que nos son suficientemente distantes para que podamos sentirnos tranquilos y continuar con nuestra vida y nuestras convicciones. ¿O no?
Para mí este es el gran acierto de las dos novelas. Que te remueven la conciencia. Y eso es algo que se agradece y que va más allá de su acierto literario. En ese aspecto, prefiero la última, “la mala suerte”. Creo que la evolución que se produce entre ambos libros es notable y, si tengo que elegir, definitivamente, me quedo con “La mala suerte”. El final “sorprendente”, está mucho mejor traído en la última novela y, aunque en cierto modo se intuye, no es tan claro como en la anterior y sí es más real.
En cuanto a los personajes, sin duda alguna me declaro “fan” de Roures (¿Y quién no?). Ese sesentón atractivo aunque vivido, que pasa por las historias dejándose algo más que la piel en ellas. En cuanto a las mujeres, como en la novela anterior, Marta se decanta por personajes imposibles, tan bellas que dudamos mucho que vayamos a verlas en la cola del pan, o a la salida del cine. Pero casi siempre son mujeres atormentadas, con momentos en su vida que arrastran y configuran sus caracteres. Por eso me parece tan interesante que haya introducido otro tipo de personajes en “La mala suerte”: Sandra Garau, por ejemplo, mujeres más humanas, con las que espero encontrarme en otras novelas de la autora.
¿Y qué decir de los malos? Toda novela negra ha de tener un malo. En el caso de las dos de Marta Robles, los malos son malísimos y, si en la primera, esas características me hacían ver a ese personaje como una caricatura, algo desdibujado y esperpéntico, en el caso de “La mala suerte”, es el malo es algo más creíble, aunque conserva ese punto de locura que se desata en la última parte de la novela.
En cuanto a la prosa, tiene Marta un escribir fácil, rápido en la lectura, que el lector agradece y que hace que las más de 400 páginas de su último libro se hagan cortas.
En algunas partes de “La mala suerte”, la novela me ha recordado a “Lo que esconde tu nombre” de Clara Sánchez. Sobre todo en la investigación por parajes de veraneo, en los que parece que nada puede pasar, y sin embargo…. En otras, a alguna de las novelas de Claudia Piñeiro, y no tanto a “Una suerte pequeña”, que puede tener similitudes en el título, pero no en la trama, sino a otras, como “Las viudas de los jueves” o “Betibú”, en las que urbanizaciones de clase bien esconden muchos más secretos de los que pensamos.
Por lo demás, agradecer a Marta su cercanía, siempre, no solo en la presentación de sus novelas. No desvelaré el argumento de ambos libros, porque creo que animará más a leerlos y es más inquietante plantearse la pregunta que lanza la autora en la promoción de la última de sus novelas: “¿Qué estarías dispuesto a hacer para ser padre o madre?