Voy a empezar con las reseñas de las novelas que adquirí en la Feria del Libro de Madrid y voy a hacerlo en orden inverso a como las he ido leyendo. Es decir, voy a empezar por el final, por la última que he leído, «La señora March», de Virginia Feito.

Se trata de la primera novela de esta autora española. La novela ha sido escrita en inglés y ha logrado un gran éxito de ventas y de crítica. Se ha llegado a comparar a la autora con Patricia Highsmith y se está preparando su adaptación al cine.

Virginia Feito nos narra la vida de una aburrida ama de casa neoyorquina, de clase alta, esposa de un escritor de éxito. Es una vida aparentemente anodina, como la propia protagonista, un personaje con el que, en ningún momento, llegamos a conectar. Esa distancia, que la propia autora pone, entre el lector y su protagonista se acentúa por el hecho de que, a lo largo de la novela no se desvela su nombre de pila. Es, siempre, la señora March, así, como si nos viésemos obligados a hablarle de usted, como si no pudiese generar la cercanía necesaria para tutearla.

Ese recurso nos lleva también a verla como una persona sin identidad propia, ya que la conocemos por el apellido, y ni siquiera por el suyo, sino por el apellido de su marido. Esa pérdida de identidad es la que se refleja en toda la novela. La señora March es una protagonista sin nombre, desdibujada, que vive a través de su reflejo en los demás, obsesionada con las apariencias y con el qué dirán, preocupada siempre por estar en un sitio, en un papel, en una vida que, siendo la suya, no le corresponde.

La autora realiza un retrato muy profundo de la protagonista y de su entorno, aunque quizá se pierda demasiado en esos detalles que llevan a la señora March a ser como es, a vivir atormentada por todos y por todo. Por eso, la novela tarda demasiado en coger ritmo y, a ratos, se hace aburrida. Cuando, finalmente, se empieza a desentrañar el argumento, se anticipa el final, que acaba precipitándose, llegando de un modo demasiado abrupto, después de ese exceso de preparación.

En cuanto al final, tengo que decir que esperaba algo más, algo distinto, no tan previsible. De hecho, durante algunas páginas creí que el final iba a ser otro, más literario si se quiere, más acorde con el juego de espejos entre la novela real – la que nosotros leemos – y la novela de su marido, esa que obsesiona a la señora March al creerse reconocida en la protagonista (eterna pregunta para cualquier autor de todos aquellos cercanos a él o ella, que tienden, inevitablemente, a verse reflejados en sus textos). No desvelaré cuál pensé que iba a ser el final, ya que he llegado a encariñarme con él y lo guardo para mí misma, para alguno de mis relatos o novelas.

En definitiva, una novela atemporal. Podría suceder en la actualidad, en los años 80, en los 60… Nos recuerda a tantos y tantos personajes secundarios de los telefilms americanos y cuesta creer que la señora March se haya independizado y se haya convertido en protagonista.

Lectura recomendable para el verano, para leer junto a la piscina o en la tumbona de la playa, pero sin las alharacas que ha suscitado en la crítica. Desde mi punto de vista es una primera novela correcta, sin más, con algunos puntos a mejorar, como el ritmo y el final.

Por supuesto, para mí, muy, muy lejos de Patricia Highsmith

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