El pasado 12 de agosto, el escritor Salman Rushdie fue atacado por un hombre que daba cumplimiento la condena a muerte que fue efectuada por el Gobierno islámico iraní en 1989, por su libro «Los versos satánicos».
El escritor se recupera y el ataque ha sido repudiado a nivel mundial. No obstante, la situación de Salman Rushdie durante todo este largo período de tiempo y su desenlace final, han traído a mi memoria otros momentos y otras situaciones en los que se han censurado libros o relatos que se consideraban ofensivos o inadecuados para un determinado colectivo, religión o ideología. Por eso abro la entrada del blog con una imagen que tomé hace tres años, de la placa que recuerda, en la Bebelplatz de Berlín, la quema de libros llevada a cabo por el Gobierno nazi en 1933.
La placa recoge una frase visionaria del escritor Heinrich Heini: «Eso sólo fue un preludio, ahí en donde se queman libros, se terminan quemando también personas». Como digo, frase visionaria porque fue escrita más de cien años antes de que se produjesen los hechos que recuerda la placa.
Mi opinión es que los escritores, los artistas en general, tienen la responsabilidad de ir más allá y que su obra no solo tiene que tener el objetivo de entretener, sino también de denunciar o de reflejar su sociedad y su entorno tal cual es, sin maquillajes. Aunque sean incómodos. Y que nunca, nunca, deberían estar expuestos a situaciones como las que ha vivido Salman Rushdie,
En todo caso, vaya este recuerdo y esta mención a esos dos hechos deleznables, como firme apoyo a la libertad de expresión y rechazo tajante a la censura. En cualquier contexto.
Y no lo olvidemos: «… ahí donde se queman libros, se termina quemando también personas».
Los libros no matan. Quemar libros es poner puertas al campo.
Que cierto!!
ser libres para escribir, para opinar, para pensar….
Esta claro que no todos piensan igual y toman represalias!!
Así es, no aprendemos de los errores del pasado